Cuando hablamos de un buen chocolate, solemos pensar en su sabor. Sin embargo, comprender su verdadero sabor implica reconocer que el placer no puede existir al margen del bienestar del mundo que lo crea. Cada pieza de chocolate encierra la historia de la tierra y la dedicación de quienes la cuidan.
El ambiente influye en el sabor
El cacao es un fruto delicado. Crece a la sombra de árboles altos, rodeado de biodiversidad que mantiene el suelo vivo y el aire húmedo. Cuando se conservan los bosques, la tierra permanece fértil y el cacao desarrolla las notas de sabor que hacen que el chocolate fino sea complejo y expresivo.
Con el tiempo, el cultivo industrial sustituyó muchos de estos bosques por monocultivos. A medida que el cultivo perdió su equilibrio, el bosque comenzó a desaparecer. La producción acelerada dañó los ecosistemas que hacen del cacao un producto extraordinario y puso en peligro variedades autóctonas que habían evolucionado durante siglos. También provocó la deforestación para la producción masiva, sacrificando no solo la calidad de este manjar, sino también el bienestar de las comunidades y del planeta mismo.
Durca trabaja para restablecer ese equilibrio mediante un programa de transición a largo plazo que ayuda a los agricultores a recuperar el cacao autóctono de Ecuador. Cada año, se renuevan alrededor de 200 árboles en la Amazonía con variedades Nacional Fino de Aroma, una forma de revitalizar la genética nativa y, al mismo tiempo, fortalecer los ecosistemas locales.
Algo que nos trae alegría jamás debería agotar la tierra.
Bosques vivos, sabor vivo
En muchas regiones productoras de cacao, décadas de agricultura intensiva han agotado los suelos y arrasado los bosques, dejando tierras frágiles donde antes prosperaba la biodiversidad.
En Durca, cultivamos cacao mediante sistemas agroforestales regenerativos que restauran árboles nativos, enriquecen el suelo y preservan la genética aromática que define la herencia cacaotera de Ecuador. Estos bosques vivos capturan carbono, brindan sombra natural y sustentan la biodiversidad esencial para el futuro del cacao. Actualmente protegemos más de 300 hectáreas de bosque en Ecuador y estamos en camino de alcanzar las 500 para 2028. Proteger el cacao garantiza que el chocolate siga siendo un regalo de la vida, no una carga para ella.
Las personas dan forma al alma del chocolate
La excelencia del cacao comienza con generaciones de agricultores cuya herencia cultural sigue guiando la elaboración del chocolate. Para quienes aman el chocolate, cuidar de sus productores significa preservar el conocimiento que lo mantiene vivo.
Durca trabaja en estrecha colaboración con familias campesinas, aunando su conocimiento ancestral del terreno y del fruto del cacao con nuestra precisión artesanal. Juntos perfeccionamos los métodos, reforzamos la calidad poscosecha y protegemos las condiciones que permiten que cada terruño exprese su propio carácter.
Una compensación justa garantiza la continuidad de este patrimonio. Pagamos entre tres y seis veces el precio internacional del cacao e invertimos en educación, agroforestería y programas de restauración de suelos que fortalecen tanto el conocimiento como la autonomía. Cuando los agricultores pueden vivir de su oficio, el cacao sigue expresando la riqueza de su tierra y el chocolate continúa siendo una celebración de la vida.
El poder de elección
Lo que elegimos disfrutar define el tipo de mundo que lo sustenta. Amantes del chocolate, conocedores, chefs y consumidores comparten el mismo derecho: elegir un mundo donde el sabor y la responsabilidad coexistan. La trazabilidad y la transparencia hacen posible esa elección.
Nuestra promesa es que siempre sabrás de dónde proviene cada barra y el respeto que guio su creación.
Al cuidar el chocolate, también cuidamos el mundo que le da vida. Cada decisión consciente ayuda a preservar los bosques, a las personas y la delicada armonía que hace posible este placer.
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